Los profesores de Matemáticas tienen identificado uno de los mayores frenos para que los alumnos conecten con la asignatura. Es el momento en el que el estudiante, lápiz en mano y cansado de despejar la X en la décima operación del día, levanta la mano y pregunta: “¿Y esto para qué me sirve?”. Hace más de una década que países como Canadá han transformado la manera de enseñar las matemáticas, dedicando menos tiempo a la repetición de ejercicios de cálculo a mano para dar más espacio a la reflexión y al razonamiento sobre cómo resolver problemas
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