La autora abre el primer capítulo diciendo abiertamente que la misandria (es decir, el odio a los hombres) existe, que puede ser beneficiosa y necesaria, y que ella misma es misándrica. Continúa diciendo que los hombres (todos ellos) son violentos, egoístas, perezosos y cobardes. Que golpean, violan y matan a las mujeres y que lloriquean por creerse perseguidos. También dice que su odio contra los hombres es producto de su formación feminista, y que ha observado el mismo proceso en muchas de sus amigas cuando profundizan en el feminismo.
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