Tanto en nuestro día a día en clase, como en las actividades, percibimos que, en general, niños y adolescentes manifiestan opiniones positivas en su consideración de los animales y rechazan las atrocidades que el ser humano comete contra ellos. También nos relatan con entusiasmo las experiencias que han vivido ayudando a un animal desamparado. Sin embargo, ¿cómo es posible que lo que un día nos asustó de niños lleguemos años más tarde a verlo como algo banal e incluso irremediable, y no pongamos medios para evitarlo?
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