La educación sexual se tiene que entender "para el amor" y no reducirla solo "al placer". Por ello, está de acuerdo en que "utilizar un lenguaje nuevo, que haga justicia al sentido esponsal y espiritual del cuerpo, y que sea más adecuado a la hora de presentar a los niños y adolescentes el tema de la sexualidad, es cada vez más urgente". "La legitimidad de la educación católica es evidente y hemos de ejercerla y defenderla incluso por la buena salud de la sociedad plural en la que estamos".
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