Hablemos de Balbek (La cultura megalítica global 3)

Desde hace un tiempo vengo viendo con interés algunos de los videos del “señor Isaac”, el más reciente éste:

www.youtube.com/watch?v=-FkHUUv1oro

Sin duda la historia debe agradecer el aporte desde el punto de vista de la ingeniería que metódicamente viene llevando a cabo desde su canal. Hasta aquí supongo que lo obvio, a pesar de lo enriquecedor que pueda resultar profundizar en la técnicas, herramientas, máquinas y mecanismos de los que se valió el imperio romano para su característica obra pública.

Pero tal vez podamos profundizar más en aspectos no tan obvios. Para mí el problema de ciertas aproximaciones, digamos técnico-científicas, es la vocación de cerrar cuestiones que en realidad no cierran en absoluto si enriquecemos la perspectiva desde otros ejes más allá de la historiografía y la ingeniería.

Y aprovecho el video mencionado y el asunto de Balbek porque seguramente sea el caso más representativo. Y además por lo que podríamos llamar ciertas alusiones, en especial en el punto en que se refiere a “la imaginación desbordante de la gente”.

Esa “gente” que tiene una mirada simplista sobre los asuntos que otros estudian con mucha más profundidad. Legos, profanos, herejes y demás gentes de mal vivir.

Haciendo un poco de abogado del diablo, lo cierto es que la realidad bien puede ser precisamente la opuesta y que la aproximación histórico-técnica no es suficiente para identificar con precisión los eventos del pasado, a ello cabe añadir el eje político, el económico, el cultural, el geográfico… El resto, para decirlo rápido.

Sin embargo, determinados análisis que hacen gala al final de una perspectiva mucho más amplia, aunque seguramente no entren tanto en el detalle, se suelen caricaturizar con el binomio pirámides-aliens. Y se crea un falso dilema en el que hay que dar por válida la narrativa de consenso o ponerse un gorrito de papel albal. Decir que tal aproximación a la complejidad del asunto es burda se queda bastante corto.

Como siempre el problema menor son las afirmaciones que componen el relato actual, lo más disonante si acaso son las omisiones. Y más grave aún es que tales omisiones no proceden del desconocimiento, el “señor Isaac” sabe tan bien como yo, si no mejor, que el mismo estilo constructivo megalítico, o muy similar, que comenta en muchos de sus videos de arquitectura romana, dígase sillares a hueso unidos con grapas metálicas internas, se halla en diversas partes del globo que en principio nada tendrían que ver con lo romanos, lugares tan distantes como Egipto o Perú, entre otros.

Similar es el caso concreto del Líbano, donde se encuentran las famosas ruinas de Balbek. Se suele ofrecer la surrealista explicación de la convergencia de necesidades. No tiene el menor sentido.

Y desde luego no hace falta acudir a la rocambolesca idea de aliens picando piedra, también muy en la línea de la caricatura, de hecho ni siquiera hace falta ofrecer una respuesta. Ése es el punto que el pensamiento técnico-científico suele olvidar, mejor ninguna respuesta que una incorrecta. Hasta que tengamos respuestas satisfactorias, más allá de las especulaciones que podemos hacer todos, más o menos fundadas, tal vez sea más oportuno quedarse con las preguntas.

En el caso concreto de Balbeek no parece tener mucho sentido la explicación propuesta dentro de la dinámica habitual de la actividad romana cuando constituiría un hito de difícil justificación en un lugar tan distante del epicentro del poder de Roma. La noción en principio acertada del formidable cedro del Líbano no parece demasiado cabal para cerrar por sí sola la cuestión.

Mucho más sensato es pensar en lo que los romanos se encontraron cuando llegaron allí, que tal vez no fuera exactamente el “antes, todo esto era campo” que solemos imaginar. Precisamente el “señor Isaac” recalca en sus videos la complejidad de la estratigrafía que se observa en la arquitectura antigua a merced de diversas destrucciones, saqueos, reconstrucciones más o menos atinadas e incluso el uso de tales obras megalíticas como cantera.

Mi apreciación respecto a Egipto se mantiene y refuerza con Roma, aunque tal vez no sea tan evidente:

Que hallaron vestigios que tuvieron una influencia profunda en su cultura y civilización. Que lejos de ser la nuestra es la que, como descendientes mayormente de los bárbaros que asolaron el imperio de occidente, finiquitamos.

Y cualquiera sabe que los romanos son en muchos aspectos una copia no demasiado buena de los griegos, así que todavía cabe preguntarse qué hallaron los griegos sobre la faz de este mundo cuando ni siquiera el estudio de la historia había tenido su acto fundacional. El problema de la ciencia y su método es que es muy buena trabajando con evidencias pero enmudece ante su ausencia. O debiera enmudecer, pero lo cierto es que construye su relato obviando enormes lagunas.

Esta noción de aprovechar todo lo útil generado por culturas previas, de la que la sinergia grecorromana constituye buen ejemplo, es bastante más sensata que la de la convergencia espontánea. Lo hechos apuntan a un capítulo fundamental de nuestra historia que no nos ha sido legado por escrito y se mezcla con religiones, mitos y leyendas.

Y ni siquiera tenemos la obligación de rellenar ese vacío de especulaciones desviadas, ni con exceso de realismo miope ni con imaginaciones desbordadas, basta con tener presente que tal vacío existe. Y llenarlo es sin duda una ardua tarea que no cabe tomar a la ligera.

Así que me temo que esta vez no, “señor Isaac”, no podemos conformarnos con tesis que plantean explicaciones parciales, está muy bien teorizar sobre la fricción de los sillares con preciosas ilustraciones (el papel lo aguanta todo), pero si no explicamos lo que hay en los Andes, ni siquiera lo relacionamos y lo omitimos explícitamente, la media verdad que contemos se convierte en una doble mentira.

Es una pena que los griegos o los fenicios no hicieran arqueología pero en algún lugar ha de empezar la historia, tal vez algo de ese tipo de reflexiones se haya filtrado en los mitos que nos han llegado, cuando no por otras vías, a falta de elementos de mayor rigor.

En cuanto a la tesis concreta de la fricción para los sillares a hueso, podría valer para algunas copias inspiradas en un técnica seguramente previa porque cuando la confrontamos a una situación de bloques poligonales se complica enormemente por no decir que la hace inviable. Más aún si se considera que alguna de las caras de unión pudieran presentar concavidades.

También la escalabilidad de polipastos, que sin duda ha de tener un límite físico, parece cuestionable a la luz de otras evidencias donde en principio el imperio romano no habría puesto su sandalia. Pudieron ser polipastos o semejantes, pero difícilmente serían romanos. Y en el problema de las dataciones mejor ni entrar.

Tal vez algunos comentarios de los videos que menciono pequen de tratar de abarcar más de lo posible, extremo que carece de sentido tratándose de un trabajo encomiable dentro de su ámbito.

Quizás se eche en falta algo de prospección hacia los orígenes que podrían abrir la puerta a puntos de vista con mayor perspectiva, aunque seguramente menos ricos en detalles técnicos.

Paradójicamente Europa, la vieja Europa, precisamente por su trasiego, densidad poblacional y actividad, sea seguramente una de las regiones donde menos evidencia resta de lo que sería una cultura megalítica global pretérita, a diferencia de regiones que habrían tenido menor grado de desarrollo en su actividad, que siempre es económica.

No es excusa para no mirar a otras partes del mundo y mediante razonamiento inductivo inferir que algo tuvo que haber en la génesis de esas civilizaciones que hoy consideramos como predecesoras.

Y desde ese punto de vista, sabiendo qué buscar, puede ser factible encontrar algún tipo de vestigio, ya sea directo o filtrado a través de las diversas ramas de la cultura, desde la ingeniería a la mitología.