Confesiones de un incel

Creo que así me han llamado en algún momento o tal vez yo me haya dado por aludido. Igual es porque llevo 9 años sin echar un polvo. Y no, no, no es que no me guste el sexo. De hecho me lo he pasado muy bien en la cama y algún buen rato también habré dado. Pero para mí eso ya ha pasado a un segundo plano, los años y las circunstancias terminan cambiando las prioridades.

No tengo nada en contra del sexo, pero con los años, con la perspectiva, lo vas viendo y entendiendo de otra manera. Evidentemente hay muchos tipos de relaciones, en mi experiencia me he encontrado más agusto con personas con las que tenía cierta confianza aunque cada uno sabrá como funciona, o lo irá averiguando.

Y está muy bien estar en una sociedad en la que haya amplios márgenes para experimentar en ese sentido al gusto de cada uno, aunque mis gustos sean de lo más común. Para mí ser de izquierdas no implica se un bisexual que comparte piso con una pareja de lesbianas y un perrete en transición de género. Más bien consiste en entender que la gente tiene derecho a vivir la vida a su gusto y en función de sus mecesidades, por más típicos que sean los intereses propios. Respetar al diferente y no buscar imponerle nada. Para mí eso es la definición de fascismo, la imposición arbitraria.

Aún así me sigue resultando más agradable a la vista ver a dos mujeres besándose que a dos hombres, qué le vamos a hacer. Parece raro hablar aquí de política y más raro va a ser hablar de economía. Si el sexo, por más que vivamos en una sociedad hipersexualizada, en mi opinión, sigue siendo en cierto modo un tabú, más lo es abordar un análisis conductual entorno a motivaciones y causas.

Seguramente no nos va a gustar demasiado lo que encontremos, no tiene mucho que ver con la noción del amor romántico predominante en la cultura, que si encuentra algún vículo con la realidad es con una demasiado larga lista de omisiones. Y media verdad sigue siendo una mentira.

Supongo que la gente de mi generación, tal vez de la de todas, hemos crecido viendo matrimonios que hacían aguas por todas partes. En los últimos tiempos han empezado a abrirse opciones que antes no existían, por lo menos a la luz pública. Ahí la mentira tenía un papel, una legitimación de la que en un marco abierto carece por completo.

Pero la gente, por lo general es cobarde, egoísta y avariciosa. Ojalá pudiera haberme dado con mi experiencia una mejor opinión, sea como sea, es la que tengo. Claro que me gustaría que las cosas fueran de otra manera, y no sólo eso, intento hacer lo que considero que está en mi mano para que así sea. Escribir estas líneas, por ejemplo, en mi caso. Pero confundir cómo queremos que sean las cosas y cómo en realidad son sólo puede conducir a la decepción. Frustración, ira, duelo, y vuelta a empezar: depresión.

Son tiempos complicados para la monogamia, si es que tal vez los hubo buenos. Hay a gente que no le importa, otros que lo disfrutan, hay a mucha gente que le va a marcha, cada uno tiene sus hobbies.

Al final, en tal escenario, uno busca la manera de por lo menos no salir trasquilado. La gente lo pasa mal, se hace daño. Joder, algunos se acaban matando. Y esos ni siquiera son los que no se quieren. Lo contrario al amor no es el odio, es la indiferencia.

(¿Habéis visto lo que ha dicho Amber tras el juicio? Joder, estamos todos bastante enfermos.)

Vaya palabra, ¿eh? Amor. Supongo que se me nota que crecí en los 80, 90… Había una película de Patrick Swazye (ya fallecido, hay que ver el tiempo…) y Demi Moore antes de hacer la mili.

Y, ojo que viene spoiler, cuando ella le decía “te quiero” él respondía “ídem”. Y soltaba no sé qué rollo de que de tanto repetirlas algunas palabras se vacían de sentido, o algo así. “Y no me perderé en las palabras desgastadas por el uso”, cantaban Tahúres zurdos. Eran otros tiempos, supongo.

Tal vez sea cosa de viejos, pero desde entonces el mundo parece haber tomado un rumbo errado. Cuando éramos jóvenes teníamos más que asumida la cosa de la igualdad. Siempre quedan flecos, claro. Pero los feminismos de nueva ola de las nuevas generaciones me recuerda a la nuestra reprochando a nuestros padres la mierda de transición que hicieron. La diferencia es que nosotros sí tenemos razón. Los fenimismos radicales se han pasado de frenada hasta tal punto que han abierto de par en par las puertas del sentido cómún a posiciones que hoy ocupa la extrema derecha,

Pero no es sólo un error estratégico, es mucho más grave, es una impostura teórica, filosófica y científica. Nos han metido un asunto que a la postre es secundario y más bien del ámbito privado hasta en la sopa. ¿Dónde estamos centrando el debate?

Ya hará unos 10 años pensaba que cuando las reividicaciones alcanzaran la cuestión de lo que hoy en día se llama “lenguaje inclusivo” se habría superado el punto de equilibrio.

Porque es una cuestión afilada, es cierto el sesgo del que adolece el lenguaje, tanto como que es en realidad irrelevante. Y cuando alguien llega al punto de reclamar irrelevancias… Más aún, cambiar esos modales resulta una incomodidad para cualquiera de los sexos. Si no existe esa generosidad de ahorrarnos molestias absurdas a todos para algo que la postre no supone perjuicio alguno, es que ni existe ánimo de concordia ni buena voluntad. Lo que existe es una búsqueda de conflicto, cuando no una voluntad de dominación. Y no, la igualdad no iba de eso. El fenimismo ya no sé de que va.

En “Una historia del Bronx” el personaje de Chazz Palminteri le daba un buen consejo a C. El feminismo de nuestros días me temo que no pasa la prueba del coche. O como decía aquel sargento de Kubrick “eres de esos tipos tan desagradecidos que ni siquiera tienen el detalle de hacerle un paja al que están dando por culo”. Creo que así se entiende bien.

Volviendo a mí, bueno, sin dejar de ser un poco triste no es ningún drama. Un drama sería tener que aguantar día a día las mentiras de una relación que no funciona, o un reguero de parejas esporádicas con las que sólo se encuentra la piel. Podría haber hecho más, claro, hasta no hace mucho, sin ser Brad Pitt, no estaba nada mal, pero de un tiempo a esta parte ya empieza a preocuparme más bien poco, creo que tampoco nunca me preocupó en exceso.

Supongo que también podría haber tenido más suerte, la última vez que compartí una cama recuerdo que me habían hecho una mamada y uno es persona de corresponder pero… al ver aquello... la verdad es que la muchacha había gozado de alimentación muy abundante por largo tiempo y la sensación fue como… ir al trabajo. “Hay mujeres que van al amor como van al trabajo”, cantaba Sabina. Es raro, no me había pasado nunca ni me ha vuelto a pasar, claro: me sentí como una puta.

No, el tipo de relaciones que puedo obtener no compensan en absoluto con el esfuerzo que implican. No compensan apenas ni por sí mismas. También el nivel socio económico de cada uno tiene algo que ver en eso, me temo. Y no, tampoco he sido usuario de servicios de pago, uno intenta ser persona de principios. Y no veo bien que nadie monetice mis debilidades, además, no es la forma con la que yo he disfrutado del sexo.

Y eh, aún tengo mi modesta vidita sexual, pequeña, cómoda y manejable. Sin problemas, sin mentiras, sin discusiones. El precio es en todos los aspectos demasiado alto. Y montarte la vida en torno a una relacion de perspectivas más que cuestionables no parece la mejor idea. Sé que soy un tío tranquilo, aunque habré tenido mis momentos y que hay gente que necesita más marcha, está todo bien con eso. Lo que no está tan bien es querer hacer pasar una cosa por otra y forzar las cosas para que sean lo que no son.

Estoy bastante convencido de que la gente ha de hacer lo que quiera. De hecho no acepto otra cosa. Que triste sería tener que vivir en la cobardía de no ser lo que uno es. Que no, que soy hetero, pero en general.

Y no sé, tampoco me voy a alargar más sin motivo, si queréis conocer a un “incel” ya conocéis a uno, podéis meterme en un zoológico o disecarrme para un museo, pero lo cierto es que jamás aceptaré tal apelativo. Celibato no es precisamente la palabra con la que yo lo definiría, ni soy cura ni he hecho ningún voto de castidad, aunque sí que me preocupa bastante como el sexo se puede utilizar y se utiliza para manipular a las personas. Es el reverso de la violencia, al final es aprovecharse de las debilidades del prójimo, y la testoterona precisamente se halla como causa de ambas.

Y lo de involuntario, sí claro, las cosas no son como me gustaría, son como son, tampoco me quita el sueño. También podría decirse todo lo contrario, que es voluntario, a la postre. Que es es una mierda lo tengo claro, pero que es lo que hay, también. Y no, no busco ni ofertas ni respuestas ni propuestas ni soluciones. A mi modo de ver el problema no es mío.

La sensación que tengo es que algo se ha torcido en el mundo y tardará en volverse a enderezar, que hay lecciones que lo que cuesta aprenderlas se mide en vidas desperdiciadas y que en la soledad no hay más reproches que los que uno se haga a sí mismo. Dicen que cuando llegas a cierta edad puedes arrepentirte, o bien de lo que hiciste, o bien de lo que no. Supongo que yo seré más bien de los segundos, a mi modo de ver, de lo hecho, nada se puede borrar. Y ¿cómo era aquello que ponía en la carátula de 8 millas? Cada día es una nueva oportunidad, al menos mientras estamos vivos.

Pero no, lo cierto es que no tengo planes al respecto, creo que acabaré mis días como buen incel-pollavieja. Me parece mucha mejor perspectiva que decir sí cuando hay que decir no. Entiendan que no acepte lecciones de principios e integridad de serviles chochoadictos. Pero ánimo, que del sexo también se sale. O al menos puedes conseguir que te echen.