NOTA: este artículo es un poco más largo que los anteriores, y cierra la serie.
Introduccion
Ya hemos visto en el primer artículo que a finales del siglo XVIII ya eran palpables los primeros síntomas de decadencia de la Dinastía Qing y del sistema Chino. Esto se traduce en una serie de revueltas que, a mediados del XIX, se incrementaron entre otros factores por el comercio del opio y por la derrota en las dos guerras. Estas revueltas ponen de manifiesto la inoperancia e incapacidad de la dinastía imperial para recuperar el control.
Rebelión Taiping
Una de las rebeliones más importantes fue la de Taiping (1851-1864), al frente de la cual encontramos a un tal Hong Xiuquan (1814-1864),un maestro hakka (es un subgrupo étnico diferente del han) nacido cerca de Guangzhou. Se puso al frente de la rebelión proclamándose hijo de Dios y hermano menor de Jesucristo (ahí es nada) tras sufrir unas fiebres durante las que, según él, había hablado con Dios. Los contactos con misioneros protestantes le permitieron terminar de configurar su doctrina e introducir y adaptar algunos elementos cristianos como un decálogo similar a los diez mandamientos, la defensa de la monogamia, la identificación de su figura como un mesías redentor, la predicación de una sociedad igualitaria dónde todos fueran hijos de Dios (su única diferencia con Jesucristo es que Hong Xiuquan, como veremos, no pone la otra mejilla).
Hong Xiuquan reclutó, en menos de tres años, unos 30.000 miembros de las zonas de Guangxi y Guangdong (no está mal, pero, en China, 30.000 deben de ser el mínimo para una revuelta). En parte, su doctrina resultaba familiar para un mundo, el chino, en el que el núcleo familiar articulaba las relaciones sociales y la sociedad. Sus adeptos eran sobre todo campesinos pobres, mineros del carbón, transportistas, barqueros, mujeres, población de etnias locales como los Yao y los Miao. También obtuvo apoyo de sociedades secretas, como la Sociedad de la Pequeña Espada, las proclamas de la cual denunciaban la corrupción de la dinastía imperial y la opresión a la que estaba sometida la población china. El carácter triple del movimiento Taiping facilitó que pudiera dar respuesta a más gente: enfoque nacional, religioso y social.
El nacionalismo de los Taiping era claramente anti manchú (los Qing eran manchúes). Se negaron a llevar la trenza impuesta por estos, y llevaban la cabellera al viento, por eso fueron conocidos como “bandidos de la cabellera larga”. Al mismo tiempo eran un movimiento religioso dotado de un componente cristiano mezclado con elementos procedentes de otras religiones y filosofías como el budismo o el confucianismo. Finalmente, perseguían acabar con el sometimiento absoluto de los campesinos, promulgar la distribución igualitaria de la tierra, progranando una sociedad igualitaria dónde, además, se modernizasen ciertos aspectos como la educación, se introdujeran nuevas infraestructuras, y hubiera cambios éticos como la ilegalización de la prostitución, la erradicación del opio, el alcohol y el juego, y la abolición de la costumbre de vendar los pies a las niñas.
Reconquista de Anqing, rebelión Taiping 1850-1864
Fuente: (1) Wu Youru
En 1852 saquearon Shangai provocando un cierto recelo a ojos de los extranjeros (esos mismos que no tuvieron reparos en bombardear Cantón…). Al año siguiente tomaron Nanjing y la proclamaron capital del Reino de la Paz Celestial (porque no tenían planes de paz terrenal). Hong Xiuquan se rodeó de diferentes líderes y logró más adeptos mientras avanzaba, además de correligionarios en diferentes provincias. Pero a partir de 1856, el mismo año que se inician las tensiones con Gran Bretaña y estalla la Segunda Guerra del Opio, la suerte de los Taiping comenzó a cambiar. Hong Xiuquan comenzó a perder fuerza de liderazgo, los intereses personales de algunos de sus miembros debilitaron la unión del grupo y la confianza de la gente, igualmente, la falta de respeto por las normas por parte de los líderes no ayudó a cohesionar. Los Taiping encontraron una gran oposición en los chinos que se identificaban con una tradición confuciana: consideraban a los rebeldes una clara amenaza.
Los ejércitos imperiales, apoyados por ejércitos locales, liderados por Zeng Guofan, Li Hongzhang y Zuo Zhongtang, y con alguna colaboración extranjera con personajes como Frederick Towsend Ward, Charles George Gordon (británicos), y August Leopold Protet (francés), acabaron con los Taiping. Más de 100.000 personas fueron ejecutadas y se calcula que quedaron unas 15 provincias devastadas. La rebelión, y la posterior represión y sus consecuencias directas provocaron un total de 30 millones de muertos.
Otras rebeliones
La rebelión Taiping fue de las más importantes, pero no la única. Por ejemplo los Nian eran campesinos pobres, contrabandistas de sal y desertores, sumados a pequeños grupos de letrados sin éxito, también protagonizaron una rebelión contemporánea a la Taiping. En este caso, el levantamiento se dio al norte del país, alrededor del Gran Canal, dónde se habían dejado de lado las obras hidráulicas y el mantenimiento de la infraestructura. El deterioro de esta fue muy sentido por las poblaciones locales dado que el comercio buscó alternativas como el transporte marítimo. Supuso, pues, la ruina de los transportistas del canal y de otras personas vinculadas al transporte terrestre.
Los Nian nunca tuvieron un liderazgo fuerte ni unificado, más bien se trató de un alzamiento de gente pobre en la provincia de Shandong. La dinastía manchú envió a Li Hongzhang Zeng Guofan, que lideraron ejércitos locales para aplastar la rebelión en 1868 (antes estaban, literalmente, ocupados con los Taiping).
Todos estos movimientos agrupaban poblaciones muy desfavorecidas, tanto de la etnia han como de otras minorías que habían sido conquistadas, y tenían en común un sentimiento claramente antimanchú, y casi siempre, antiestrangero y anticristiano. El denominador común en todas ellas era una queja manifiesta contra el orden social y económico establecido. Dejaron una situación de hambre y penuria en todo el país, zonas agrícolas completamente devastadas, infraestructuras destruidas y un descenso demográfico importante.
Batalla durante la rebelión Nian (1851-1868), probablemente la batalla del río Inlon.
Fuente: (2) Qingkuan
La dinastía,completamente arruinada, vendió títulos para recaudar fondos, o los otorgó como recompensa por las ayudas. Esta nueva élite, aprovechándose de la debilidad imperial, comenzó a quedarse con los impuestos. El desgaste económico hizo que el gobierno imperial no pudiera atender aspectos tales como la reconstrucción y mantenimiento de las infraestructuras. Esto alimentaba el malestar social, generaba nuevas revueltas, que empeoraba la situación y fortalecían el sentimiento anticristiano y antimanchú.
Reencaminar la situación
En la segunda mitad del XIX, en China, fueron conscientes de la necesidad de realizar cambios. La derrota de 1860 había humillado al país entero y el Príncipe Kung (o Gong), descubrió que los occidentales sólo perseguían el beneficio económico, no territorial. Los sentimientos de superioridad chinos cayeron por primera vez en la historia, y comenzaron a aceptar las leyes internacionales impuestas por occidente.
La dinastía haría un intento para recuperar la estabilidad, y fue impulsado por el Príncipe Kung que lanzó el Movimiento de Autofortalecimiento. Se inició en 1861, hasta 1894. Primero implicaba aceptar el mantenimiento de la paz con Occidente, ganando tiempo para erradicar las revueltas internas. Adicionalmente suponía un programa para la selección de jóvenes inteligentes que aprenderían las lenguas extranjeras, pudiendo crear un departamento de asuntos externos en Pekín. La filosofía del movimiento era esta: educación china como base, educación occidental como uso práctico. Los impulsores, aparte del Príncipe, fueron Zeng Guofan, Li Hongzhang y Zuo Zhongtang.
Durante los primeros años, 1862-1874, se puso en marcha una serie de reformas como la recuperación de los exámenes imperiales de acceso al funcionariado, la recuperación agrícola y la reducción de los impuestos al campesinado. Algunas innovaciones se añadieron al campo de la explotación minera, se potenció también la modernización militar. De 1875 a 1885 se impulsó la recuperación del sector de las comunicaciones, transportes, industrias téxtiles, navieras y militares. De 1886 a 1894 el objetivo era recuperar la industria ligera. En este último período estalló una guerra con Japón finalizada con la derrota china y la firma del tratado de Shimonoseki (esto ya lo trataremos en otros artículos).
El Movimiento de Autofortalecimiento fue un fracaso absoluto. Hubo un último intento, el Movimiento de Reforma de los Cien Días (no se podrá decir que no lo intentaron). Fue impulsado por el manifiesto de un tal Kang Youwei, y apoyado por el joven emperador Guangxu: tras el desastre contra Japón, quisieron imitar la revolución Meiji. La tía del emperador, que era también consorte, la emperatriz Gixi, hizo ejecutar a diferentes ministros y exilió a Kang Youwei, destituyendo después a Guangxi haciendo fracasar este nuevo intento.
Emperador Guangxu.
Fuente: (3) Autor desconocido.
El final de los Qing
La dinastía Qing fue incapaz de recuperar el control, manteniendo un rumbo decadente y mal dirigido. Las catástrofes naturales de 1898, el avance alemán en Shandong y la sequía de 1900 acabaron desembocando en una nueva revuelta, muy conocida, llamada la Revuelta de los Bóxers (de la que, algún día, me informaré y también escribiré algún artículillo).
Bóxers era el nombre que recibían los seguidores de la secta del Puño y la Justicia. Eran campesinos y gente de las capas bajas que practicaban artes marciales y se consideraban a sí mismos invulnerables (spoiler, estaban equivocados). Eran antimanchúes, pese a que el apoyo de los Qing les prestó a que se lanzarán más contra los extranjeros. Tomaron Pekín, atacando delegaciones extranjeras y sitiándolas. Una nueva intervención occidental, a inicios del siglo XX, con un ejército de ocho países (Japón, Rusia, Reino Unido, Francia, Italia, Imperio Austro-Húngaro, Estados Unidos y Alemania), a la que dieron apoyo otros países como,por ejemplo,España, tomará Pekín, destruyéndola. Gixi, la emperatriz, y sus seguidores, huyeron a Xi’an. La indemnización, esta vez, fue muy superior a cualquiera de las anteriores.
Conclusión
En las Guerras del Opio es palpable como ambas partes ven al otro como bárbaros incivilizados. Los occidentales describieron la guerra como lo que la civilización había hecho a la barbarie. Pero la función de los historiadores no es, o no debería ser, la de buscar buenos y malos, si no la de analizar, con aire crítico, nuestro pasado colectivo. El comercio del Opio supuso la horma en el zapato de la dinastía Qing, y un agujero negro que absorvía los recursos provocando cada vez más problemas internos. Las Guerras del Opio, pues, supusieron un cambio de las reglas del juego para ambas partes:los Europeos encontraron nuevas vías para explotar y maximizar el comercio con China. China, por su parte, empezó a explorarse a sí misma con tal de convertirse en una nación moderna.
Hoy, los ciudadanos chinos todavía recuerdan las vergonzosas memorias de la Segunda Guerra del Opio, etiquetando a los británicos como gente de la que desconfiar. La antigua tensión generada hacia los británicos evolucionó hacia los Estados Unidos.
Personalmente, creo que la mejor lección que podemos sacar de toda esta historia se encuentra en el hecho de que ambos bandos se consideraban más civilizados que el otro,pero, sin embargo, ambos bandos actuaron con absoluta barbarie. Especialmente la Segunda Guerra del Opio es, quizá, un ejemplo magnífico de la incomprensión mútua y de los efectos de la falta de empatía y de los aires de superioridad. Pero, sobre todo, creo que todo esto nos ayuda a entender que, de aquellos barros, estos lodos.
Fuentes imágenes:
NOTA: este artículo es la continuación de estos cinco artículos:
www.meneame.net/m/Historia/guerras-opio-i-dinastia-qing-loto-blanco
www.meneame.net/m/Historia/guerras-opio-ii-antecedentes-primera-guerra
www.meneame.net/m/Historia/guerras-opio-iii-ahora-primera-guerra-opio
www.meneame.net/m/Historia/guerras-opio-iv-segunda-guerra-opio-primera
www.meneame.net/m/Historia/guerras-opio-v-segunda-guerra-opio-segunda-
Este es el último artículo de la serie de las Guerras del Opio, que en realidad, hace un breve resumen del final del XIX en China. Pronto volveré con otros temas de historia.
Como siempre, toda crítica constructiva es bienvenida.
El eje derecha e izquierda sigue siendo el principal patrón que la sociedad utiliza para enmarcar y entender el sistema político contemporáneo. En este pequeño espacio intentaremos reflejar cómo la definición de conceptos políticos, en este caso «fascismo», varía sustancialmente en función de si lo vemos con el prisma de la derecha o de la izquierda.
El debate sobre qué es el fascismo está candente en la sociedad en polémicas como la del supuesto abuso del término «facha» o sobre la naturaleza del partido Vox: derecha, extrema derecha o fascista… estos dos últimos términos utilizados muchas veces sin distinción. A pesar de la constante polémica sociopolítica, cuando nos explican académicamente el concepto de fascismo se suele realizar desde la visión de derecha, por lo que sería la visión hegemónica, la que aparece en libros de textos y en los primeros resultados de búsqueda en Youtube.
Las definiciones del fascismo derechistas tienden a ser cerradas y coyunturales. Cerradas porque, para la derecha, el fascismo fue un fenómeno concreto en la historia, irrepetible. Se define, incluso, como una etapa histórica (que abarcaría aproximadamente desde la década de 1920 hasta la de 1940), de tal forma que no cabe definir a fenómenos actuales como fascistas (sería como afirmar que se repiten las décadas de 1920-1940). En todo caso, los movimientos actuales con una clara inspiración fascista son de extrema derecha o neofascistas, diferentes del movimiento de la primera mitad del siglo XX.
Por lo tanto, para la derecha, el fascismo es un fenómeno sociopolítico que responde a una coyuntura histórica determinada, así las causas del fascismo radicarían en la excepcionalidad de la época de entreguerras y en el desconocimiento que se tenía de este: crisis del modelo capitalista, pobreza social, lucha de clases, revanchismo tras la 1ª Guerra Mundial, permisividad diplomática, inmadurez de las democracias, eclosión del imperialismo… Es decir, las causas del fascismo no se retrotraen a tiempos pretéritos. Estos fenómenos tampoco se presentan, tal cual, en el mundo actual, por lo que no sería acertado hablar de fascismo.
En resumen, las definiciones derechistas consideran al fascismo como una aberración dentro del capitalismo, una desviación «que nunca debió existir» y que eliminó los valores y preceptos por los cuales se debe regir el capitalismo, básicamente los principios del liberalismo.
En cambio, las definiciones izquierdistas tienden a ser abiertas y estructurales. Abiertas porque el fascismo sería un fenómeno que, desde su origen, se viene repitiendo en múltiples facetas y contextos. La justificación de este razonamiento viene dada porque, para el izquierdismo, la «misión» histórica del fascismo siempre fue frenar el ascenso de los movimientos socialistas; los cuales la burguesía del siglo XX ya no pudo refrenar sin tener que recurrir a la imposición de dictaduras. De esta forma, el fascismo es un movimiento que tendría como objetivo «estabilizar las relaciones de propiedad capitalistas asegurando así el dominio económico y social de las clases medias y altas». En otras palabras, cuando la burguesía observa que no puede frenar al movimiento obrero recurre al fascismo para acabar con la propagación de la ideología «roja», básicamente comunismo y anarquismo.
Para la interpretación marxista, el fascismo hunde sus causas en fenómenos históricos estructurales que comienzan desde antes de la Edad Contemporánea. Así, el Imperialismo decimonónico no es más que una actualización del propio de la Edad Moderna con los medios de la Revolución Industrial; el odio antisemita —y hacia otras minorías— estaba ya presente en las persecuciones y matanzas de judíos (los llamados pogromos) de toda Europa desde la Edad Media; la necesidad de las elites de evitar a la clase trabajadora en el poder político, la puesta en práctica de la «soberanía nacional», la representación del «pueblo llano», sería otra de las causas cuya fenomenología se puede retrotraer de forma secular.
Como resultado, tenemos que la izquierda observa al fascismo como un fenómeno connatural al capitalismo. Es decir, el fascismo surge como fruto de la naturaleza del capitalismo, estaría «siempre» presente de una u otra forma en la sociedad. Por ello, la ciudadanía demócrata debe estar alerta ante los posibles signos, actos, que puedan dar pie a que el fascismo se imponga otra vez como resultado del desarrollo de la lucha de clases.
menéame