El eje derecha e izquierda sigue siendo el principal patrón que la sociedad utiliza para enmarcar y entender el sistema político contemporáneo. En este pequeño espacio intentaremos reflejar cómo la definición de conceptos políticos, en este caso «fascismo», varía sustancialmente en función de si lo vemos con el prisma de la derecha o de la izquierda.
El debate sobre qué es el fascismo está candente en la sociedad en polémicas como la del supuesto abuso del término «facha» o sobre la naturaleza del partido Vox: derecha, extrema derecha o fascista… estos dos últimos términos utilizados muchas veces sin distinción. A pesar de la constante polémica sociopolítica, cuando nos explican académicamente el concepto de fascismo se suele realizar desde la visión de derecha, por lo que sería la visión hegemónica, la que aparece en libros de textos y en los primeros resultados de búsqueda en Youtube.
Las definiciones del fascismo derechistas tienden a ser cerradas y coyunturales. Cerradas porque, para la derecha, el fascismo fue un fenómeno concreto en la historia, irrepetible. Se define, incluso, como una etapa histórica (que abarcaría aproximadamente desde la década de 1920 hasta la de 1940), de tal forma que no cabe definir a fenómenos actuales como fascistas (sería como afirmar que se repiten las décadas de 1920-1940). En todo caso, los movimientos actuales con una clara inspiración fascista son de extrema derecha o neofascistas, diferentes del movimiento de la primera mitad del siglo XX.
Por lo tanto, para la derecha, el fascismo es un fenómeno sociopolítico que responde a una coyuntura histórica determinada, así las causas del fascismo radicarían en la excepcionalidad de la época de entreguerras y en el desconocimiento que se tenía de este: crisis del modelo capitalista, pobreza social, lucha de clases, revanchismo tras la 1ª Guerra Mundial, permisividad diplomática, inmadurez de las democracias, eclosión del imperialismo… Es decir, las causas del fascismo no se retrotraen a tiempos pretéritos. Estos fenómenos tampoco se presentan, tal cual, en el mundo actual, por lo que no sería acertado hablar de fascismo.
En resumen, las definiciones derechistas consideran al fascismo como una aberración dentro del capitalismo, una desviación «que nunca debió existir» y que eliminó los valores y preceptos por los cuales se debe regir el capitalismo, básicamente los principios del liberalismo.
En cambio, las definiciones izquierdistas tienden a ser abiertas y estructurales. Abiertas porque el fascismo sería un fenómeno que, desde su origen, se viene repitiendo en múltiples facetas y contextos. La justificación de este razonamiento viene dada porque, para el izquierdismo, la «misión» histórica del fascismo siempre fue frenar el ascenso de los movimientos socialistas; los cuales la burguesía del siglo XX ya no pudo refrenar sin tener que recurrir a la imposición de dictaduras. De esta forma, el fascismo es un movimiento que tendría como objetivo «estabilizar las relaciones de propiedad capitalistas asegurando así el dominio económico y social de las clases medias y altas». En otras palabras, cuando la burguesía observa que no puede frenar al movimiento obrero recurre al fascismo para acabar con la propagación de la ideología «roja», básicamente comunismo y anarquismo.
Para la interpretación marxista, el fascismo hunde sus causas en fenómenos históricos estructurales que comienzan desde antes de la Edad Contemporánea. Así, el Imperialismo decimonónico no es más que una actualización del propio de la Edad Moderna con los medios de la Revolución Industrial; el odio antisemita —y hacia otras minorías— estaba ya presente en las persecuciones y matanzas de judíos (los llamados pogromos) de toda Europa desde la Edad Media; la necesidad de las elites de evitar a la clase trabajadora en el poder político, la puesta en práctica de la «soberanía nacional», la representación del «pueblo llano», sería otra de las causas cuya fenomenología se puede retrotraer de forma secular.
Como resultado, tenemos que la izquierda observa al fascismo como un fenómeno connatural al capitalismo. Es decir, el fascismo surge como fruto de la naturaleza del capitalismo, estaría «siempre» presente de una u otra forma en la sociedad. Por ello, la ciudadanía demócrata debe estar alerta ante los posibles signos, actos, que puedan dar pie a que el fascismo se imponga otra vez como resultado del desarrollo de la lucha de clases.