LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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Los dragones de la probabilidad

Trurl y Clapaucio eran alumnos del gran Cerebrón Emtadrata, quien durante cuarenta y siete años había enseñado en la Escuela Superior de Neántica la Teoría General de Dragones. Como sabemos, los dragones no existen. Esta constatación simplista es, tal vez, suficiente para una mentalidad primaria, pero no lo es para la ciencia. La Escuela Superior de Neántica no se ocupa de lo que existe; la banalidad de la existencia ha sido probada hace demasiados años para que valiera la pena dedicarle una palabra más. Así...
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Peor que la infidelidad: la fidelidad a quien no amas

Hay mujeres que sólo quieren a los hijos y otras que sólo quieren a los maridos. Las mujeres siempre van detrás de los mismos y siempre evitan a los mismos.  Por tanto unos son amados tres veces, primero como hijos, luego como maridos y, por fin, como padres, mientras que los otros, los que no fueron amados por sus madres, tampoco serán amados ni por sus mujeres ni por sus hijas.  Hace siglos que una buena parte de la América masculina pierde su virginidad con las mujeres negras y una buena parte de Europa (el sureste) la …
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El programa oculto de las escuelas

Los primeros propietarios de minas, talleres y factorías de la Inglaterra en proceso de industrialización descubrieron, como escribió Andrew Ure en 1835, que era “casi imposible transformar a las personas que han rebasado la edad de la pubertad, ya procedan de ocupaciones rurales o artesanales, en buenos obreros de fábrica. Construida sobre el modelo de la fábrica, la educación general enseñaba los fundamentos de la lectura, la escritura y la aritmética, un poco de Historia y otras materias. Esto era el …
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El relato de los ojos brillantes

Ésta es la historia de una niña a la que lo que más le gustaba de todo eran las cosas brillantes. Tenía un vestido con lentejuelas, unos calcetines con purpurina, unas zapatillas de deporte con pedrería. Y una muñeca negra llamada Christy, como la asistenta, cargadita de cosas brillantes. Hasta los dientes los tenía brillantes, aunque su padre se empeñaba en decir que los tenía «resplandecientemente blancos», que no era exactamente lo mismo. «Brillante», pensaba ella para sus adentros, «es el...
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El desgaste de los rostros

Hay muchas personas, pero aún hay más rostros. ¿Qué hacen con todos los que no usan? Los llevarán sus hijos. A veces incluso se los ponen a sus perros. Hay gente que usa siempre el mismo y lo gasta, lo da de sí, como a unos guantes de viaje. Otros cambian constantemente de rostro y los van gastando todos, y cuando son cuarentones resulta que ya están usando el último aunque pensaban que serían inacabables. Después, cuando se gastan los rostros, aparece el forro, y tienen que salir a vivir mostrando ese triste forro....
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Los peligros de la estética

Lo cierto es que conocí a una joven, de la penúltima generación «romántica», que después de algunos años de profesar un enigmático amor a un señor con quien, dicho sea de paso, bien podría haberse casado con toda tranquilidad, acabó, sin embargo, imaginándose toda clase de impedimentos insalvables y una noche tempestuosa se arrojó desde una escarpada orilla, una especie de acantilado, a un río bastante profundo e impetuoso y pereció en él, sin duda alguna por culpa de...
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La rosa que ha de salvarse

De las generaciones de las rosas  que en el fondo del tiempo se han perdido  quiero que una se salve del olvido,  una sin marca o signo entre las cosas que fueron. El destino me depara  este don de nombrar por vez primera  esa flor silenciosa, la postrera  rosa que Milton acercó a su cara, sin verla. Oh tú bermeja o amarilla  o blanca rosa de un jardín borrado,  deja mágicamente tu pasado inmemorial y en este verso brilla,  oro, sangre o marfil o tenebrosa  como en sus manos, invisible rosa. Jorge Luis Borges....
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La piedad extraviada

He visto extraviarse la piedad con demasiada frecuencia. Pero nosotros, que gobernamos a los hombres, hemos aprendido a sondear su corazón para otorgar nuestra solicitud sólo al objeto digno de atención. Pero niego esta piedad a las heridas ostentosas que atormentan el corazón de las mujeres, así como a los moribundos, y también a los muertos. Y sé por qué. Hubo un tiempo en mi juventud en que tuve piedad de los mendigos y de sus úlceras. Contrataba curanderos para ellos y compraba bálsamos. Las caravanas …
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La mujer que arruinó al pordiosero (un relato)

Voy a escribir sobre un hecho triste; pero ante mí es como si viera el rostro alegre del señor Vojtisek, ese rostro sano y luminoso, siempre colorado, que, en especial los domingos, me hacía pensar en la carne asada bañada con manteca fresca, que me agrada mucho. Sin embargo, los sábados también –el señor Vojtisek se rasuraba sólo los domingos–, cuando la barba blanca le había crecido de nuevo, como nata espesa ornamentando su rostro ape­titoso, el señor Vojtisek tenía una apariencia agradable....
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La libertad de prensa. Prólogo de "Rebelión en la granja".

Este libro fue pensado hace bastante tiempo. Su idea central data de 1937, pero su redacción no quedó terminada hasta finales de 1943. En la época en que se escribió, era obvio que encontraría grandes dificultades para editarse (a pesar de que la escasez de libros existentes garantizaba que cualquier volumen impreso se vendería) y, efectivamente, el libro fue rechazado por cuatro editores. Tan sólo uno de ellos lo hizo por motivos ideológicos; otros dos habían publicado libros antirrusos durante años y...
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Así te echaste a perder...

Dijiste: «Iré a otra tierra, iré a otro mar. Otra ciudad ha de haber mejor que ésta. Cada esfuerzo mío es una condena dictada; y mi corazón está —como un muerto— enterrado. ¿Hasta cuando estará mi alma en este marasmo? Adonde vuelva mis ojos, adonde quiera que mire veo aquí las negras ruinas de mi vida, donde pase tantos años que arruine y perdí.» No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares. La ciudad te …
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