De igual modo que ocurriera con el neoliberalismo, la doctrina de la inseguridad ha sido instaurada, atropelladamente, en nuestra realidad cotidiana. Las cámaras de video-vigilancia, los arcos imantados, escáneres y demás dispositivos de control han trascendido la excepción y constituyen la norma, convirtiéndonos a todos/as, sin excepción, en objeto de desconfianza. La vigilancia se propaga y diversifica por todo el campo social, de forma soterrada, impersonal, diluida. Alcanza las calles y plazas,[...]