Como les ocurre a otros dictadores, el autócrata de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, no es muy amigo del turismo masivo. Pero como ocurre con la mayoría de economías, al dictador sí le hace más gracia la inyección de dinero extranjero que supone el sector turístico. De ahí que haya decidido permitir el acceso a extranjeros sin visado, aunque con ciertas limitaciones.
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