La casa de un romano era un templo para él: su hogar es un dios; dioses son los muros, las puertas, el umbral; los límites que rodean su campo también son dioses. Sus antepasados son seres divinos. Cada una de sus acciones cotidianas es un rito; mañana y tarde invoca a su hogar, a sus Penates, o a sus Manes. Si cae comida, esperará a recogerla para ofrecerla a los Lares los dioses del hogar. Hay palabras que no se atreve a pronunciar en toda su vida.
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