La historia de ZIB ilustra a la perfección la razón, bastante pragmática, de que los soviéticos escogieran un can: los perros estaban en todas partes. Las calles de Moscú estaban repletas de estos animales sin dueños, a los que convirtieron en voluntarios. Además, la Unión Soviética ya había mostrado su preferencia por emplear perros en sus investigaciones, según señala Amy Nelson, profesora del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia (EEUU), que ha estudiado a los animales espaciales soviéticos.
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