Básicamente, consistían en unas estatuillas antropomorfas, modeladas en arcilla pero sin cocer (a veces se empleaban otro tipo de vasos cerámicos e incluso bloques de barro o piedra), sobre los que se escribían los nombres de enemigos, ya se tratase de personas o de estados extranjeros.Es evidente el valor de los textos de execración para los arqueólogos e historiadores, ya que se transforman en auténticas fuentes documentales sobre detalles de la política exterior y/o interior de las civilizaciones.
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