El ser humano ha desarrollado una peculiar relación de amor y odio hacia las flatulencias. En función del contexto y de las personas involucradas, un pedo puede interpretarse en clave cómica o puede obtener un significado ofensivo. Si una persona optara por lanzar uno sobre tu cara, tu lógica reacción oscilaría entre la indignación y la agresividad. Nadie podría culparte.
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