Las consecuencias fueron desastrosas. Cuando llegué al domingo por la noche, me di cuenta. Estaba absolutamente asqueado después de tanta rueda de prensa, tanta polémica forzada y tanta información banal inyectada en mi cabeza. No podía más, me sentía sucio. Estuve a punto de abrir la ducha y sentarme bajo el agua a llorar un rato. La sobredosis me había producido una agonía vital. Tanto, que hasta me pareció una buena idea ir el lunes a trabajar.
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