Cientos de esos pergaminos, muchos de ellos preservados desde el siglo VII gracias al clima seco, contienen esos palimpsestos, revelados a través de rasguños y manchas de tinta apenas intuidas debajo de escritos más recientes. Esas marcas, casi por completo ilegibles, son las únicas pistas del proceso con el que los monjes reutilizaron los pergaminos, raspándolos, entre los siglos VIII y XII. En algunos de ellos hay palabras que ya habían sido olvidadas y de las que no se tiene ninguna otra constancia escrita.