En el primer milenio a.C., los fenicios tejieron un imperio comercial cuyo producto más destacado fue la púrpura, un tinte rojo que se convirtió en símbolo de reyes y emperadores. Cuenta una leyenda que durante un paseo romántico con la hermosa nereida Tiro, el dios Melqart descubrió por casualidad el exquisito tinte. Decidido a sorprender a su acompañante, Melqart envió a su galgo a rastrear las playas del Líbano en busca de un bello presente como muestra de su afecto. Sin embargo, cuando el perro finalmente volvió de su expedición...