Hawking llegó al escenario acompañado de las notas de la canción Hole in the Skay, de Atoma. Tras ellas, un silencio sepulcral esperó a que el ordenador que maneja con el movimiento de una ceja sintetizara en voz las palabras que llevaba preparadas. Es un sonido metálico, duro, que contrasta con su apariencia frágil y con una simpatía que demostró permitiendo selfies y fotos a su lado con decenas de personas. Entremezclando complejos conceptos de astrofísica con humor, se fue haciendo con un auditorio concentrado en su discurso.