Jorge supo que era ella aún antes de que abriera la puerta, el perfume inconfundible de otro hombre anunciaba su llegada mucho antes de que Luisa entrara en la sala. Intentó mantener la vista en su libro, que no se notara su inquietud, como quien lleva la procesión por dentro la saludó sin sacar la mirada de las interminables hojas. —Buenas noches, querida —intentó que la voz no se le quebrara, intentó no salir enfurecido a su encuentro, ¿qué caso tendría dar una batalla que hace rato estaba perdida?...