Durante siglos, las cuevas han servido de bodegas, almacenes, apriscos, establos, graneros y, sobre todo, viviendas. En palabras de un viajero, “aquí los burros van por los tejados, los niños juegan con las chimeneas y la gente vive bajo tierra”. Y es que en esta comarca granadina hay más de veinte mil cuevas, que solo se distinguen a simple vista por las blancas chimeneas que erizan misteriosamente el paisaje.