De Velázquez tomó la composición y la profundidad de miras, del impresionismo la obsesión por la luz y el color, y de John Singer Sargent el soplo espiritual que concede el buen acabado. Pero su máxima influencia llegará cuando, tras compartir protagonismo con ellos en la Exposición Universal de París de 1900, conozca la obra de sus coetáneos nórdicos, especialmente la de Zorn y la de Krøyer, cuyas escenas de playa pueden llegar a ser confundidas fácilmente con las del valenciano.