En la historia de la ciencia se han dado auténticas barbaridades. Pruebas con animales que hoy no perdonaría nadie, o investigaciones de conducta con personas como la de la cárcel de Stanford, que se han saldado como una especie de pasado incómodo sobre los límites de la experimentación. Sin embargo, pocos se pueden acercar por su carácter perturbador al denominado experimento de Little Albert o Pequeño Albert: El salvaje intento por probar con un bebé que las fobias pueden ser condicionadas y aprendidas. Y lo que es peor, conseguirlo.