En los años setenta había algunos que creían todavía que el sueño de la revolución era posible. Otros, directamente, se dedicaban a hacerlo. Mientras la URSS consideraba que tecnología y socialismo se unían para conquistar el espacio, mientras los cubanos intentaban poner a andar las fábricas con su socialismo de ron, son y guayabera, y los camaradas de la Yugoslavia de Tito puteaban a medio planeta desde las filas de los No Alineados, en América Latina, alguien intentaba crear Internet.