Los militantes de los partidos más radicales –PSOE, PCE, CNT,…- amenazaban con “atenerse a las consecuencias si se realizaba el culto público”, como recogía el comunicado conjunto de las Juventudes Socialistas. La violencia de estos grupos fue en aumento, lo que llevó a las diferentes hermandades a tomar medidas de protección, sobre todo a partir del mes de abril de 1931, en el que se produjeron las primeras agresiones en los templos.