Si Jesús hubiera estado ahí, habría sido crucificado. Mick Jagger, la majestad satánica del rock que le cantaba al Diablo con algo de piedad, se refería a un tiempo y espacio en particular: al festival de Altamont, acaecido el 6 de diciembre de 1969. El evento tuvo lugar en una pista de carreras de automovilismo en Livermore (California), a 100 kilómetros de San Francisco. Pero los 300.000 asistentes no experimentaron una celebración de amor y paz con el rock como excusa. “Hubo 4 muertes, 4 nacimientos y muchísimo tumulto”, resumió un locutor.