Cartago, escarmentado de la situación fenicia, pronto fue consciente, al contrario que sus padres, que en un Mediterráneo disputado solo el dominio de tierras y el mantenimiento de tropas, habitualmente mercenarias, podrían garantizar su estabilidad y hegemonía. En Hispania, los hijos de Cartago se dedicaron a fundar ciudades como Ibiza o el magnífico puerto natural de Cartagena. Tal era su poderío y la importante labor que la plaza estaba llamada a desempeñar en toda la península que sus fundadores no dudaron en denominarla Cartago Nova.