A menudo, las personas que no suelen leer sobre psicología, acostumbran a autodefinirse como libres de prejuicios, en absoluto racistas, en nada sexistas y, naturalmente, que nunca han recurrido al clasismo para relacionarse con los demás. Sin embargo, décadas de estudios y pruebas demuestran justo lo contrario: nuestro cerebro está cableado específicamente para ser prejuicioso, racista, sexista y clasista. Una vez asumido esto, lo que debemos procurar es combatirlo frontalmente o, al menos, eliminar sus efectos más perniciosos.