Ribas tenía 22 años y una idea: su generación necesitaba una publicación de alcance masivo, libre para difundir sus nuevas ideas, y a la vez legal para poder llegar a todos los kioscos y no quedar atrapada entre el elitismo y la vanguardia. “No queríamos que nos dijeran qué teníamos que hacer o qué leer, lo queríamos descubrir por nosotros mismos”. El primer número vio la luz en octubre de 1974 y bebía de toda idea de corte antiautioritario que estuviera a mano: pedagogías libertarias, antipsiquiatría, drogas,...