En la película El chip prodigioso, su miniaturizado protagonista viaja en un submarino microscópico por el interior del cuerpo humano. Aunque sin tripulantes, una cápsula ingerible, creada por investigadores de las universidades RMIT y de Monash, en Merlbourne (Australia), es capaz de medir los gases del intestino antes de ser excretada. Tras ser ingerida, se dirige al intestino para evaluar las concentraciones de oxígeno, hidrógeno y carbono. Sus sensores permiten medir directamente los efectos de llevar una dieta rica o pobre en fibra.