Para esta cultura la figura del padre era tan fuerte que incluso tenía el poder de elegir sobre la vida de sus hijos; es decir, si él decidía que alguno de sus descendientes, por cualquier razón, no debía vivir, estaba en todo su derecho de asesinarle. Por otro lado, cualquier atentado que alguien intentara en contra de su progenitor era fuertemente castigado. A través de este suplicio el infractor quedaba reducido a la calidad de bestia durante toda la eternidad debido a su terrible falta.
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