No soy una persona muy dada a tomar partido. Pero si un día, mientras camino por la calle, me pusieran una bolsa de tela en la cabeza, me metieran en una furgoneta y me llevaran a una vieja nave industrial abandonada para (apuntándome con una pistola) preguntarme por la cosa más infravalorada del Universo: mi respuesta solo podría ser una, los hongos. Una caja de micológicas sorpresas. Y no sólo porque, esas cosas aburridas y aparentemente solitarias ya hayan salvado el mundo en, al menos, una ocasión; sino porque, en los...
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