El creciente empleo de algoritmos en todos los sectores es criticado a menudo por el alto grado de despersonalización que pueden conllevar, o por las posibilidades que abren a la hora de convertir, aún más, a los seres humanos en mercancías o en simples números y datos en el engranaje del mercado, el consumo y la publicidad. Baste recordar el caso de los 200 profesores despedidos en 2010 en Washington DC (EE UU), después de que un algoritmo evaluase su rendimiento. O el desarrollo de algoritmos capaces de predecir cuál será el sentido...
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