Cuando las conclusiones de la argumentación sólida que procede de las pruebas entran en conflicto con el sentido común, debe ser este último el que descartemos y no el primero. Los buenos filósofos no confían en la intuición o en la comodidad. Utilizan las matemáticas y la ciencia para aclarar e informar su filosofía. Las matemáticas ayudan a perfeccionar las habilidades de pensamiento claro y riguroso, y la ciencia no tiene paralelo en la determinación de los hechos y teorías explicativas que describen la realidad.
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