El permafrost esconde algo a lo que muchas veces la comunidad científica se refiere como el gigante dormido: metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono. «Si aumenta la temperatura por encima de los cero grados, la materia orgánica comienza a descomponerse y se produce la emisión de este gas. Entraríamos en una fase de retroalimentación positiva ya provocaría un calentamiento todavía más intenso que a su vez liberaría más gases de efecto invernadero»
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