Hay una analogía muy clarificadora: todos somos hablantes de nuestra lengua materna y a nadie se le ocurre suspender la asignatura de Lengua Española, porque tiene la función de aumentar nuestra competencia lingüística para tener una acción comunicativa exitosa; para hablar bien, construir bien o mejorar la comprensión lectora. Pues algo parecido debería suceder con la asignatura de Ética: que todos seamos sujetos morales no nos exime de una reflexión ética, que además en esa edad, entre 15 y 16 años, es especialmente oportuna.
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