Es feo feísimo. Con un cuerpo indefinible, sin armonía ni sentido de la estética. Se le observa así como de frente y no se le ven los ojos porque no tiene, por lo que uno no sabe bien cómo mirarlo ni cómo adivinarle las intenciones: a las centollas, como al toro de lidia, sí se les ve venir. Tampoco tiene corazón. O sea que ni siente ni padece ni se enamora, aunque pese a ser hermafrodita no se autofecunda: necesita pareja. Pero debe ser solo derecho a roce reproductivo. Abundando en sus disfuncionalidades cabe decir que tampoco tiene patas.
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