Todos queremos pensar que nuestras opiniones están basadas en un criterio lógico y que a la hora de tomar decisiones somos realistas y racionales. Pero lo cierto es que estamos sesgados y que, con frecuencia, caemos en el denominado pensamiento ilusorio. Este se apodera de nosotros cuando nos aferramos a la posibilidad que más nos agrada, que más nos conviene, y dejamos de lado el realismo y la evidencia. Creer que nuestros deseos son posibles, que la realidad se amolda a nuestras expectativas, se siente bien.
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