Aunque se adelantó bastante a Verne, Kepler no fue el primero en idear una travesía sideral. Mucho antes habían emprendido un periplo similar los personajes de Luciano, en su Historia verdadera; o Ludovico Ariosto, en Orlando furioso. El gran mérito del germano es su planteamiento. Las páginas de Somnium tienen un aire fantástico, pero en ellas Kepler no se sacude –ni mucho menos- su talante científico. Aporta descripciones detalladas y arma su fábula sobre una lógica robusta y bien engrasada.
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