En 1696 se estableció un impuesto a las ventanas. Como el anterior, pretendía ser un impuesto progresivo, ya que buscaba que aquellos hogares más ricos -que previsiblemente deberían tener más ventanas- pagasen acorde a su renta. En la práctica, las viviendas construidas desde entonces disponían de menos ventanas, y multitud de familias inglesas cegaron las existentes con ladrillos, al no poder hacer frente al nuevo tributo.
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