Todos los que hemos tenido perro alguna vez conocemos perfectamente esa mirada. Llegamos a casa, descubrimos un “regalito” en la alfombra o una zapatilla mordisqueada y nuestro perro aparece con la perfecta cara de saber que ha hecho algo mal, solo que no es así. En “Desambiguación de la mirada de culpabilidad: claves de un comportamiento habitual del perro” Horowitz concluye que esa mirada tan cómica y enternecedora tiene más que ver con el miedo a nuestra riña que con lo que los seres humanos entendemos por culpabilidad.
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