Los políticos y los algoritmos de las redes sociales tienden a separar a unos grupos de personas de otros. La polarización resultante se alimenta de las diferencias de nacionalidad, origen socioeconómico, educación religiosa, sexo, color de piel o etnia. Pero la verdad subyacente es que todos los seres humanos son casi iguales. Desde una perspectiva cósmica, los conflictos tienen poco sentido. En la competición entre las civilizaciones inteligentes de la Vía Láctea, la supervivencia del más fuerte implica evitar las catástrofes existenciales.
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