A mediados del siglo XVI, el número de creyentes cristianos se disparó en Japón con la llegada del jesuita navarro san Francisco Javier (Francisco de Jaso y Azpilicueta). Incluso algunos señores feudales llegaron a abrazar esta religión. Había muchos cristianos especialmente en la región de Kyushu, la tercera isla más grande del archipiélago y que sirvió como puerta de entrada para los misioneros.
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