Quien no haya leído la Odisea y la Ilíada, las dos grandes epopeyas griegas atribuidas a Homero que son la base de la literatura occidental, no sabe lo que se pierde. Y a quien sí lo haya hecho se le habrá escapado, a buen seguro, un curioso detalle: pese a la continua intromisión de los dioses en la vida de los personajes, bien para ayudarles, bien para perjudicarles, éstos no parecen ser conscientes de cuáles son exactamente los que intervienen en cada situación.
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