Las obras de Shakespeare se caracterizan por su riqueza lingüística pero, también, por la invención de nuevas palabras y nuevas formas de decir las cosas, añadiendo sufijos, prefijos y otras formas de ordenar las oraciones. Philip Davis, de la Escuela de Inglés de la Universidad de Liverpool, de hecho, estuvo usando hace unos años los textos de Shakespeare para investigar el cerebro de una forma diferente.
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