En 1457, en Francia, se colgó hasta morir a la culpable del asesinato de un niño de cinco años. Los hijos pequeños de la condenada también habían sido hallados cubiertos de sangre en el lugar del crimen, pero no fueron condenados porque no pudo probarse su participación en los hechos. Hasta aquí, una historia triste pero relativamente normal en esa época; de no ser por dos detalles: el primero es que a la rea de muerte se la colgó de los pies después de hacerle varios cortes, el segundo es que no eran humanos, sino cerdos.
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