Dice Sacristán (como Romano) que «España es un país de malos hermanos». Y la historia, sin duda, se ha visto impregnada por esta mancha que no termina por envejecer. La fe, el poder, la verdad, el miedo y la muerte vertebran la siguiente entrevista echada a suertes por una sola carta mientras algunos paraguas, ahí fuera, eran insuficientes para proteger de la lluvia a los hijos del agobio del dolor.
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