En 1941 Konrad Zuse inventó la Z3, la primera máquina programable del mundo. Quedaban aún varios años para la invención de las computadoras de válvulas y unas cuantas décadas para el desarrollo del hipertexto, el hilo mágico que enhebra la tela de Internet. Durante aquel año y lejos de la contienda que sacudía Europa y buena parte del resto del mundo, Jorge Luis Borges escribía en Buenos Aires su relato “El jardín de los senderos que se bifurcan”, considerado el texto que anticipaba el hipertexto.
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