Para los adultos, el juego no es un forma de acercarse al mundo y experimentarlo, al menos no en el sentido literal que puede tener para un niño. Ya no necesitamos lanzar una pelota una y otra vez para saber lo que sucede, ya aprendimos las consecuencias de ciertos actos y como plantea el filósofo y sociólogo Alfred Schutz en su teoría del mundo vivido, no podemos vivir en un eterno estado de sorpresa ante lo que nos rodea, pero sí permite acercarnos a realidades que no podríamos experimentar de otros modos.
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