Cuando en noviembre del año pasado el Ministerio de Cultura comunicó que la poeta uruguaya Ida Vitale bien había merecido el Premio Cervantes, los popes literarios -los escritores anclados en polvorientos sillones y los wannabes del periodismo cultural- levantaron la ceja. ¡Pero, cómo! ¡Si ya fueron premiadas la friolera de cuatro mujeres en 42 ediciones! Vitale -93 años, sencilla, graciosa, insulsamente fresca, bella, lucidísima- aún no se lo cree, pero ya llego el día.
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